La casa de los susurros Historia de terror corta
LucÃa era una joven periodista que trabajaba para una revista de misterio y paranormal. Le gustaba investigar casos extraños, leyendas urbanas y fenómenos inexplicables. Un dÃa, recibió una llamada de su jefe, que le asignó un nuevo reportaje. Se trataba de una casa abandonada en las afueras de la ciudad, que según los rumores, estaba encantada por los espÃritus de sus antiguos habitantes. LucÃa aceptó el reto y se dirigió al lugar, acompañada de su cámara, su grabadora y su libreta de notas.
La casa era una antigua mansión de estilo victoriano, rodeada de un jardÃn descuidado y una verja oxidada. LucÃa se acercó a la puerta principal y la empujó con cuidado. La puerta se abrió con un chirrido y LucÃa entró en el oscuro vestÃbulo. Encendió su cámara y empezó a grabar.
- Hola, soy LucÃa, y estoy en la casa de los susurros, una de las casas más embrujadas del paÃs. Según las historias, esta casa fue construida a finales del siglo XIX por un rico empresario llamado Eduardo Mendoza, que vivÃa aquà con su esposa, Clara, y sus dos hijos, Alejandro y SofÃa. Sin embargo, la felicidad de la familia se vio truncada por una serie de tragedias. Primero, Eduardo murió en un accidente de coche, dejando a Clara viuda y desconsolada. Luego, Alejandro se suicidó en su habitación, colgándose de una viga. Y finalmente, SofÃa se ahogó en la bañera, mientras su madre estaba ausente. Clara, incapaz de soportar tanto dolor, se encerró en la casa y se volvió loca. Se dice que pasaba las noches llorando y hablando con los fantasmas de su familia, hasta que un dÃa, la encontraron muerta en su cama, con una sonrisa en los labios. Desde entonces, nadie ha querido vivir en esta casa, y se cree que los espÃritus de los Mendoza siguen rondando por sus habitaciones, susurrando sus penas y sus secretos. Vamos a ver si podemos captar algún sonido o alguna imagen de estos entes del más allá.
LucÃa avanzó por el vestÃbulo y se dirigió a la escalera que conducÃa al primer piso. Mientras subÃa los peldaños, sintió una corriente de aire frÃo que le erizó la piel. También le pareció oÃr un leve murmullo, como si alguien le hablara al oÃdo. LucÃa se detuvo y miró a su alrededor, pero no vio a nadie.
- ¿Hay alguien aquÃ? -preguntó LucÃa, con voz temblorosa.
No hubo respuesta. LucÃa siguió subiendo y llegó al primer piso. Allà habÃa un pasillo con varias puertas. LucÃa decidió entrar en la primera que encontró, que estaba entreabierta. Era la habitación de Alejandro, el hijo mayor de los Mendoza. LucÃa entró y observó el lugar. HabÃa una cama deshecha, un armario lleno de ropa, un escritorio con libros y papeles, y una ventana que daba al jardÃn. En el techo, habÃa una viga de madera, de la que colgaba una soga. LucÃa se acercó a la soga y la tocó con la mano. Estaba frÃa y húmeda.
- Esta es la soga con la que Alejandro se quitó la vida -dijo LucÃa, mientras grababa-. Se dice que sufrÃa de depresión y que no podÃa superar la muerte de su padre. También se rumorea que tenÃa una relación incestuosa con su hermana, SofÃa, y que eso le provocaba un gran conflicto interno. ¿Será verdad? ¿Qué pensará su madre de esto?
LucÃa esperaba alguna respuesta, pero solo hubo silencio. De repente, LucÃa sintió que alguien le tiraba del pelo. LucÃa se sobresaltó y se giró, pero no vio a nadie. Solo la soga, que se balanceaba lentamente.
- ¿Quién está ahÃ? -exclamó LucÃa, asustada.
LucÃa salió corriendo de la habitación y cerró la puerta tras de sÃ. Respiró hondo y trató de calmarse. Pensó que quizá habÃa sido el viento o su imaginación. Decidió seguir con su reportaje y entrar en la siguiente habitación. Era la habitación de SofÃa, la hija menor de los Mendoza. LucÃa entró y vio una habitación decorada con tonos rosas y blancos. HabÃa una cama con un dosel, un tocador con un espejo, una cómoda con muñecas y peluches, y una puerta que comunicaba con el baño. LucÃa se acercó al tocador y miró el espejo. En él, vio el reflejo de una niña rubia, de unos diez años, que la miraba fijamente. LucÃa se asustó y retrocedió. La niña no estaba en la habitación, solo en el espejo.
- Hola, ¿quién eres? -preguntó LucÃa, con voz nerviosa.
- Soy SofÃa, la hija de los Mendoza -respondió la niña, con voz dulce.
- ¿Eres un fantasma? -preguntó LucÃa, incrédula.
- SÃ, soy un fantasma. Estoy atrapada en esta casa, junto con mi familia. No podemos irnos, estamos condenados a repetir nuestra historia una y otra vez.
- ¿Qué historia? ¿Qué os pasó? -preguntó LucÃa, intrigada.
- Mi padre murió en un accidente de coche, y mi madre se quedó sola. Mi hermano se deprimió y se suicidó. Yo me ahogué en la bañera. Mi madre se volvió loca y murió en su cama. Fue horrible.
- Lo siento mucho, SofÃa. ¿Pero cómo te ahogaste en la bañera? ¿Fue un accidente?
- No, no fue un accidente. Fue mi madre. Ella me mató.
- ¿Qué? ¿Tu madre te mató? ¿Por qué?
- Porque estaba celosa. Celosa de mi relación con mi hermano. Celosa de nuestro amor.
- ¿Tu relación con tu hermano? ¿Tu amor? ¿Qué quieres decir?
- Quiero decir que Alejandro y yo nos amábamos. Éramos más que hermanos. Éramos amantes.
- ¿Amantes? ¿Pero cómo? ¿No os dábais cuenta de que era un pecado?
- No, no nos dábamos cuenta. Solo nos dábamos cuenta de que nos querÃamos. Nos querÃamos más que a nadie. Nos querÃamos más que a la vida.
- Pero eso es... eso es...
- Eso es lo que es. No puedes juzgarnos. No sabes lo que sentÃamos. No sabes lo que sufrÃamos. No sabes lo que nos hicieron.
- ¿Qué os hicieron? ¿Quién os hizo algo?
- Nuestra madre. Ella nos descubrió. Ella nos odió. Ella nos castigó. Ella nos separó. Ella nos mató.
- ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo te mató?
- Me ahogó en la bañera. Me llenó la boca de agua. Me apretó el cuello. Me miró a los ojos. Me dijo que me odiaba. Me dijo que me iba a mandar al infierno. Me dijo que era una abominación.
- ¡Dios mÃo, SofÃa, qué horror! ¿Y tu hermano? ¿Qué hizo él?
- Él se enteró. Él se enfureció. Él se vengó. Él la mató. Él la estranguló en su cama. Él le dijo que la odiaba.
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