La leyenda cuenta que hace siglos, un culto pagano realizaba un ritual siniestro en ese bosque. El Ritual Sangriento, como lo llamaban, era una ofrenda a los dioses oscuros. Los aldeanos sacrificaban a los más impuros: aquellos cuyos corazones albergaban secretos inconfesables o deseos prohibidos. Los elegidos eran arrastrados hasta el corazón del bosque, donde los árboles parecÃan retorcerse en agonÃa.
El lÃder del culto, un hombre con ojos hundidos y una sonrisa macabra, dirigÃa la ceremonia. Las vÃctimas eran atadas a los troncos, sus gargantas abiertas con cuchillos de obsidiana. La sangre fluÃa como rÃos, empapando la tierra y alimentando las raÃces hambrientas. Los dioses, invisibles pero omnipresentes, observaban desde las sombras.
Se decÃa que aquellos que participaban en el ritual adquirÃan poderes sobrenaturales. Algunos afirmaban haber visto figuras espectrales danzando entre los árboles, sus ojos brillando como brasas. Otros hablaban de voces susurrantes que les prometÃan conocimientos prohibidos y deseos cumplidos.
Pero el precio era alto. Los iniciados en el culto envejecÃan prematuramente, sus almas consumidas por la oscuridad. Se volvÃan insensibles al dolor y a la empatÃa, sus risas resonando como el eco de huesos rotos. Y cuando llegaba su hora final, sus cuerpos se desvanecÃan en el aire, dejando solo manchas de sangre en la tierra.
Publicar un comentario